DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 8: QUE DIOS OS LIBRE DE MI IRA

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DÍA 8: QUE DIOS OS LIBRE DE MI IRA

Cuando tenía unos 16 años jugaba a baloncesto. Se me daba fatal la parte esencial de este deporte: botar el balón. Todos los partidos me los pasaba corriendo de un lado a otro rezando para que nadie me pasase el maldito balón, porque en cuanto eso ocurría, daba el primer bote y se me iba de las manos. Soy tan torpe y descoordinada que una vez en clase de spinning la profesora paró la clase, se acercó a mi bici y me dijo: “¿Estás bien?”. Jadeando le respondí como pude: “Claro que estoy bien, ¿por qué me lo preguntas?”. “Pues porque todos llevan el ritmo de la música excepto tú”. Os juro que cuando bailo, hago zumba o cualquier deporte que exija una coordinación mínima, creo que lo hago super bien. Pero no. Mi profesora de spinning me lo dejó claro, y mi madre cuando me vio una vez danzar para entretener a Nathalie en el salón de casa, se rió tanto que ahora cuando se aburre me pide que la entretenga con alguno de mis bailes. Como si fuese su bufón particular en vez de su prodigiosa hija. Lo mismo me pasaba con cantar. Tengo alma de estrella de rock y lo único que me falla es la voz. Hubo una época que me grababa cantando. Si esa cinta llegase algún día a las manos de Iker Jiménez, estoy segura de que la pondría en uno de sus programas de Cuarto Milenio como una de las más aterradoras psicofonías que ha escuchado jamás. Así que si alguna vez dudas en si haces algo bien, grábate. Pero antes prepárate para la muerte casi instantánea de gran parte de tu ego.

Claro, con 16 años, en plena ebullición de mi personalidad y sin si quiera ser consciente de lo poderoso que era mi ego, yo pensaba que era buena al baloncesto. Tanto, que me pasaba horas practicándolo. He de reconocer que botando era malísima, pero defendiendo era la mejor. Luchaba por coger el balón como si fuese el último huevo kinder que quedaba en casa y mis hermanos quisieran arrebatármelo. Y transmitía esas ganas de guerra a mi equipo, lo que hizo que durante varios años fuese la capitana.

Pero me obsesioné tanto con este deporte que toda mi ira (en aquellos años juveniles era mucha) la volcaba en él. Así que a veces en los partidos me enfurecía cuando las cosas se tornaban, a mi parecer, en injustas. Si el árbitro me pitaba una falta y yo opinaba lo contrario, le quitaba el balón y le daba una patada mientras le miraba enfurecida. Si me peleaba con alguna contrincante que me odiaba sin motivo alguno y me expulsaban, me iba gritando y arramplando con todo lo que había alrededor. Una vez tiré el banquillo de mi equipo y me encerré en el vestuario con un portazo mientras gritaba cosas grotescas que menos mal que no recuerdo.

Luego venía el entrenador, me daba un buen sermón y prometía que la próxima vez aprendería a controlarme. Nunca cumplí con mi promesa.

Hoy he sentido toda esa ira de golpe. Ira porque no entiendo que la gente en este país continúe sin ser consciente de la gravedad de la situación que estamos viviendo ahora mismo. Ira porque hoy mismo han multado a un grupo de escaladores que han decidido que el confinamiento no atañe a los hippies que viajan en furgo. Ira por la gente tan idiota que se cree que, como es fin de semana, tienen derecho a hacer alguna escapadita a la costa para que la brisa del mar les cruce la cara. Ira por los dos surfistas que hace unos días intentaron escapar de las autoridades nadando hacia otra playa y movilizaron a un helicóptero y a un barco para dar con ellos.

Mira que nunca deseo mal a nadie. Pero ojalá el Coronavirus supiese distinguir entre las buenas personas que nos están salvando la vida, o como mínimo haciéndonosla más llevadera, como médicos, enfermeros, auxiliares, policías, militares, dependientes de supermercados, empleados del sector de la limpieza, camioneros, repartidores y demás puestos de trabajo imprescindibles en esta crisis, y vosotros, que sois la peor calaña de esta sociedad.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 7: DE HUMOR NADIE SE MUERE

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DÍA 7: DE HUMOR NADIE SE MUERE

Hace un tiempo di una charla de fotografía y una mujer del público (concretamente fue mi amiga Miren que quiso ayudarme a romper el incómodo silencio cuando dije el típico: “bueno si tenéis cualquier pregunta estaré encanta de resolverla”) me preguntó cuál era mi proceso: “¿primero eliges la foto y luego escribes el texto o al revés?”.

A veces las fotos me despiertan sensaciones y las transcribo tal cual las siento. Pero suele ocurrirme más a menudo que, justo antes de dormirme, en la ducha o después de haberme bebido un par de cañas y estar motivada con la vida, me pongo a escribir lo que el pequeño gremlin que llevo dentro me cuenta. La verdad que he tenido suerte con mi gremlin, porque de vez en cuando se le ocurren unas cosas súper divertidas y creativas. Cuando eso ocurre, le hablo y le piropeo para que no pierda la motivación y siga currando así de bien. Así funciona mi maldita cabeza. Por eso, cuando alguien me dice que le ha encantado mi texto, ambos sabemos que el mérito es suyo y yo tan sólo soy el medio que le da forma.

Todo esto ha venido porque hoy estaba editando unas fotos que hice un domingo de paella y paseo por la costa (qué delicioso suena ese plan ahora ¿eh?) y de repente me he encontrado la foto que he puesto arriba. No recordaba haberla hecho y refleja tan bien lo que estoy sintiendo desde que vivo encerrada en este piso con terraza de un metro cuadrado, que me he reído un rato observándola. La vida es como un puto chiste que, según quién lo narre, te hace gracia o te parece una broma de mal gusto.

Hoy me ha hecho gracia. Otro día, quién sabe. Desde que esto comenzó, cuando me suena el despertador, cruzo los dedos y deseo en voz bajita: “por favor, que hoy sea un buen día”. Dicho esto, debo reconocer que, a lo largo de la jornada, he llorado en numerosas ocasiones. ¿Y lo peor de todo sabéis qué es? Que no tenía ni puta idea de por qué lo hacía. Bueno, ahora que lo pienso, me va a bajar la regla en breves y cuando eso ocurre, soy muy de subirme al dragon khan y no ponerme el cinturón de seguridad. Emocionalmente hablando, claro.

Gordo me miraba flipando y yo creo que pensaba: “Madre mía, primero me deja sin mis paseos largos por el río, luego me raciona la comida porque dice que si no voy a hacer honor a mi nombre, y ahora ya se le ha ido la olla por completo. Yo creo que si salto por la ventana, aún sobrevivo”.

Pero después de hacer deporte y ver la foto, se me ha escapado la risa y he vuelto a ponerle humor a todo. Qué necesario reírse, sobre todo en momentos de mierda. La de vidas que se han salvado a base de carcajadas y humor negro.

Así que hoy os doy las gracias, a todos los que invertís tiempo e ingenio en hacer memes, grabar vídeos hilarantes sobre el amigo Covi y demás chistes que llegan justo en el momento oportuno. Porque está claro que no sois como los héroes de batas blancas que están salvando al mundo ahora mismo, pero evitáis que nos ahoguemos en un pozo de profunda tristeza.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 6: TODOS LOS DÍAS SON DOMINGO POR LA TARDE

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 6: TODOS LOS DÍAS SON DOMINGO POR LA TARDE

Siempre odié la peli de “El día de la marmota”. Me agobiaba el hecho de pensar que en mi vida pudiese ocurrir algo así. Todos los días lo mismo, sin escapatoria. Por eso, cuando empezamos con la cuarentena me dije a mí misma en una de tantas conversaciones que tengo conmigo: Remy, tú haz como que esto no está pasando y mantén tu rutina exceptuando las salidas. Y así lo estoy haciendo aunque hoy, he de reconocer, que a la tarde se me ha empezado a caer el mundo encima.

He sentido que era domingo y que, aunque no había bebido, tenía resaca y del gotelé de las paredes se escapaban demasiados silencios. He salido a aplaudir al balcón y me he quedado un rato observando a mis vecinos. Hasta ahora no sabía que a la izquierda tenía a una familia que acababa de estrenar bebé y que a la derecha viven unas chicas risueñas que han decorado su terraza con luces de led. Frente a mí, a parte del vecino seductor, tengo a tres hermanitos jóvenes. El más pequeño rondará los tres años y es tan salao y achuchable que en cuanto termine esto voy a ir a tocarles el timbre y les chantajearé para abrazarles con chocolate y golosinas (creo que si fuese hombre, ésto último acarrearía graves consecuencias). Bajo ellos aplauden estoicamente cada tarde, una pareja de septuagenarios que me enternecen cada vez que les veo salir al balcón. Y al fondo del bloque de enfrente a la izquierda, hay un hombre “apuesto” que vive solo y cumple con su cometido como buen ciudadano. Lo de apuesto va entre comillas porque en realidad está tan lejos que vete a saber si incluso pertenece al sexo opuesto. Pero oye, que tengo que pintar con imaginación y humor las paredes de mi casa para que no se me caiga el techo encima. Así que igual mañana saco el puntero láser y le apunto al pecho y le dibujo corazones mientras le guiño un ojo en pose sexy. El tinder de los balcones lo podemos llamar. Ríete pero seguro que cuando salgamos de esta, aparece en la tele más de un testimonio de cómo, una dulce pareja para nada trastornada, encontró el amor entre balcones y aplausos. Empezarían sonriéndose tímidamente, luego cantando emocionados “Sobreviviré” de Mónica Naranjo -¿en serio que no existía otra canción para elegir?-, y terminarían lanzándose aviones de papel con sus números de teléfono para concluir el enamoramiento haciendo sexting. “El amor en tiempos de corona” se titulará el programa. Y el logo será una corona con el simbolito del virus. Todo muy original y creativo.

Por lo demás, hoy he empezado a hacer deporte seriamente y como doy por hecho que esto se va a alargar casi hasta verano, me he propuesto conseguir que me salgan cuadraditos. Va en serio, voy a estar tan buena que cuando me vea en el reflejo de alguna tienda voy a entrar a buscarme. Ahora mismo Gordo está sintiendo mucha vergüenza ajena mientras se tira un pedo nivel “si hueles te desmayas” mientras me mira fijamente a los ojos.

Venga, un día menos. Ya casi huelo la libertad. Ah no, es el aroma de Gordo.

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Remys Door

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Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 5: ¿CUÁNDO TERMINA LA CUARENTENA?

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DÍA 5: ¿CUÁNDO TERMINA LA CUARENTENA?

¿No dicen los psicólogos que todas tenemos un niña interior? Pues la mía es esa que en los viajes largos siempre pregunta nada más encender el motor, con voz chirriante: “¿cuánto quedaaaaa?”. Y claro, no hay respuesta. He de reconocer que me llevo muy bien con la incertidumbre, soy autónoma, ¿cómo, si no es amándola, sobreviviría? Eso sí, siempre y cuando que sea yo la que decide convivir con ella. Vamos, que por muy hippie que parezca soy un pelín controladora. No tanto como mi padre, que lleva siempre encima una libreta donde apunta hasta lo que le ha costado el periódico en el kiosko. Aunque entre tú y yo, creo que en realidad lo que anota son los nombres de la gente que va odiando a lo largo del día. La vena hater sí que la he heredado de él.

Pues eso, que este año nos quedamos, como mínimo, sin Semana Santa. Una amiga iba a venir a verme desde Pamplona e íbamos a furgonetear sin mayor plan que el que nos apeteciese en el momento. Pensábamos escalar, ir a la playa, subir montes... En vez de eso voy a estar en mi pequeño piso dándote la chapa con mi diario. Pero no me importa porque todos estamos igual. Quien escribió el refrán de “mal de muchos, consuelo de tontos” no llegó a vivir la época de los postureos en redes sociales. Si no, estoy segura de que la hubiese modificado y hubiera resumido su profundo pensamiento en un: “joderos todos tanto como yo”.

Ya se está empezando a hablar de los trastornos psicológicos que va a acarrear este aislamiento. Si pienso en mi situación, la verdad es que no me puedo quejar absolutamente de nada. Tengo internet, proyectos que desarrollar, Netflix y papel higiénico. Pero estos días he pensado mucho en las madres y padres que están en casa rodeados de pequeños gremlins salvajes. Mi hermano mayor y mi cuñada, por ejemplo, tienen siete hijos. Sí, SIETE. Son los sobridemonios más divertidos del mundo pero aguantarlos 24 horas sin descanso, debe ser similar a un festival de música, sin música y lleno de Minions. Si eres creyente, reza por ellos; hace días que no hablan por whatsapp y temo que haya habido un golpe de estado y que la nueva autoridad sea algún sobridemonio salvaje.

A veces creo que la Pachamama ha querido aleccionarnos y para ello, se ha quitado el cinturón y, entre azote y azote, nos ha sermoneado: “¡Dejad de tener hijos y cuidad más a los animales!” Ahora todo el mundo mira con deseo a mi Gordo, incluso temo que el yonqui que preguntaba el otro día a gritos si nos habíamos curado, intente quitármelo para que dejen de multarle por beber cerveza en el banco.

Pero sin duda, lo que peor llevo es pensar en la de películas cutres que van a sacar de este maldito virus.

Ya veréis, cuando esto acabe, va a ser sólo el comienzo.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 4: MI PERRO CASI ME VIOLA. ¡HAYUDA!

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DÍA 4: MI PERRO CASI ME VIOLA. ¡HAYUDA!

Después de mi crisis “tinderiana” en el balcón de mi piso, debía de haber sido consciente de que esto iba a ir a peor. La mascarilla me la voy a terminar poniendo en los ojos para no vislumbrar lo que va a ocurrirme los diez días restantes de aislamiento que quedan. Si es que son diez claro, porque a este ritmo creo que se va a alargar un mes. Pero eh, que gracias a todas las facilidades y a la solidaridad de pequeñas y grandes empresas, tengo entretenimiento para un año mínimo aquí encerrada.

Hoy la verdad que ha sido un gran día, ¿sabéis por qué? Porque he puesto el móvil en modo avión durante unas cuantas horas. Así he podido trabajar y estar tranquila. Porque están genial los MEMES, los audios informándonos de cómo está la situación, la advertencia de no tomar ibuprofeno que resulta que es mentira... A todo esto, ¿quién tiene tanto tiempo libre (y la moral) como para andar inventándose bulos? Os digo una cosa, si colapsamos la sanidad y hay que elegir, que salven antes a los débiles que tienen menos probabilidades de sobrevivir, que a la panda de retasados mentales que se dedican a inventar historias para alarmar sin ningún sentido a la población.

Tal y como va avanzando el asunto me temo que, en un par de días, en vez de ser solidarios van a empezar a surgir negocios oportunistas beneficiándose de este caos. Las mascarillas comenzarán a valer el triple de dinero, los geles para limpiarse las manos también, y el papel higiénico... ¡Ay! ¡Cuánto va a ascender el precio de poder limpiarnos el culo!

En fin, voy a intentar no pensar mucho en el futuro ya que eso, escasas veces me ha traído buenos resultados. Recordad que, mientras vuestros animales domésticos no intenten violaros, todo va bien.

Yo ando un tanto preocupada por este tema.

A última hora del día, me he cambiado mis vaqueros de pasear al perro por unos leggins para hacer yoga, y me he puesto el móvil a grabarme para ver si hacía bien las posturas. Mi recomendación es que, a no ser que seáis expertas yoguis con cuerpos diez como las youtubers que salen hablando con voz serena mientras hacen el pino con los codos o se colocan las piernas en el cuello, no os grabéis. Os aseguro que vais a decepcionaros. En mi caso aún más que en el resto porque ay, madre, si Dios existe, conmigo estaba practicando chistes.

Pero debe ser que, aun con mis peores galas, seduje a Gordo. Claro, le puse el culito en pompa mientras intentaba imitar a la yogui sexy, y él no pudo contenerse. Si aún no lo habéis visto, lo tenéis en mis stories de Instagram o en mi carpeta de stories destacados llamada “Remiadas”.

Por lo demás, todo bien: 400 whatsapps en un grupo, mi madre haciéndome chantaje emocional con el día del padre para que vuelva a casa, un yonki gritando, entre los aplausos de las 20h: “¡¿NOS HEMOS CURADO YA?!”, y una cerveza a última hora entre amigos vía skype.

La vida es maravillosa, siempre y cuando tengas internet y un perro metiéndote fichas.

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Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 3: TENGO CANAS

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DÍA 3: TENGO CANAS

En serio, las acabo de descubrir y ahora sí que tengo miedo. Puto paso del tiempo. Científicos, dejad de buscar vacuna para el Corona y centraros en resolver cómo ralentizar los años.

Estaba frente al espejo analizando si hoy debía lavarme el pelo o aguantaba un día más (total, no es que vaya a salir a la calle a ver a alguien), cuando de repente, bajo una capa opaca de pelazo moreno, las he visto. Tres canas. Tres putas canas.

Respira hondo Remy, la gente te sigue echando 26 años.

Respira hondo, esas patas de gallo las has tenido siempre por reírte tanto y nunca te ha importado.

Respira, Gordo es más viejo que tú y mira lo jovial que parece. Dicen que los perros se parecen a sus dueños, así que todo va a ir bien.

Ya está. Crisis superada. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! El Covid19 y el enclaustramiento.

Bendito Internet que me ha regalado unas cuantas risas por skype con una reunión a la hora del café con amigos fotógrafos en la que hemos acabado echando pulsos virtuales. Mi biceps ha ganado, por si las dudas.

¿Has pensado que estamos viviendo un Gran Hermano? En un par de días haremos facetime con alguien que queremos y lloraremos por no poder abrazarle y nos excusaremos diciendo que claro, vivir entre cuatro paredes sin relacionarnos con el mundo exterior nos provoca emociones intensas.

No es broma ¿eh? Que yo hoy casi me pongo a llorar cuando a las ocho se ha puesto todo el barrio a aplaudir en los balcones. Se respiraba amor y esperanza. Hasta que, de repente, el vecino de en frente me ha mirado desde su balcón con la bandera de España decorándolo y me ha gritado: ¡TE HE VISTO EN TINDER Y NO ME HAS DADO MATCH! Claro, he hecho un moonwalk mientras aplaudía arrítmicamente, me he metido en casa y he bajado la persiana. Mañana tendré que salir con mascarilla a ver si así se le quitan las ganas de seducirme.

Por lo demás, Gordo está muy intensito. Cuando lo he sacado a la calle ha ido a saltar una valla y se la ha comido. Medio cuerpo la ha rebasado, el otro medio no. Yo me he echado las manos a la cabeza pero él se ha recompuesto tan fácilmente que creo que este perro tiene una enfermedad rara que le evita sentir el dolor. Luego, mientras iba paseando tranquilamente pensando en lo afortunada que era por al menos poder salir a pasear cinco minutos y escuchar a los pajarillos danzando, ha venido corriendo y me ha hecho un placaje. Mi perro pesa 30 kilos y es más bruto que la mayoría de vascos que conozco, así que imaginaros el encontronazo. Quizás algún vecino desde su ventana ha grabado la escena en la que yo le gritaba a mi mascota como si fuese un humano desquiciante.

En este ranking de seres ansiosos, mi madre se lleva el premio. Me llama dos veces al día, más múltiples whatsapps. Creo que en vez de en cuarentena se cree que estamos en guerra y busca salvarme por todos los medios. Es día tres y ya usa a mi hermana Nathalie como método propagandístico. Marca mi númsero, le pasa el teléfono a ella y cuando lo cojo Nathalie me dice: “¡Hola Pulgui!”, con ese tono de voz que me mata de amor y a continuación se escucha a mi madre susurrándole: “dile que venga a casa” y claro, Nathalie lo repite como un loro disciplinado. Si aún me he resistido a ir corriendo a casa de mis padres a moderle los mofletes a Nathalie, el Coronavirus no es ninguna amenaza real.

¡Ánimo bonicas y bonicos!

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Remys Door

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Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 2: EVITA CAER EN LA DESIDIA

DIARIO DE UNA CONFINADA

DÍA 2: EVITA CAER EN LA DESIDIA

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Soy autónoma y más concretamente, fotógrafa. Seguro que cuando digo esto me imagináis viajando , de aventura en aventura, fotografiando culturas distintas... Pues bajaos de la nube porque el 80% del tiempo me lo paso en casa trabajando. Así que para mí esta cuarentena no me resulta tan molesta como a aquellos que cuando Facebook les preguntó dónde habían estudiado contestaron: “en la universidad de la calle”.

Siempre he sido muy casera. Me gusta hacer planes fuera evidentemente y hacer deporte en la naturaleza, viajar... Pero en muchas ocasiones, cuando he estado de cañas con amigos he pensado para mis adentros: Y lo a gusto que iba a estar en casa en vez de aquí, ¿qué?

Un amigo me ha dicho que ya estaba encendiendo la Play para jugar al Final Fantasy y yo me he acordado de mi antigua Game Boy (ahora caigo en que eran para Boys y no para Girls). Luego he pensado en un juego del PC que me flipaba y se llamaba Grim Fandango. Dime que lo conoces por Dios. Y también me ha venido a la cabeza el consejo de “nunca hay que tomar decisiones en caliente”, razón por la cual mi ex se quedó todos los puzzles de Mordillo que me quedaban por hacer. Qué bien me vendría ahora estar uniendo piezas mientras me pongo a Òlafur Arnalds de banda sonora y desconecto del mundo un rato.

Pero en vez de hacer puzzles -creedme que he estado a punto de comprarme varios en Amazon pero he desistido porque creo que no llegarán y también porque no puedo ir predicando el “quédate en casa” mientras obligo a unos pobres transportistas a traerme a casa objetos que no cumplen ningún requisito para considerarlos de necesidad básica- me he leído un par de revistas de fotografía, he paseado a mi dedo índice por Tinder con un resultado de cero matchs y mucho miedo, he visto un capítulo de la Maravillosa Miss Maisel, he hecho un par de videollamadas con amigas, he intentado pegarle sustos a Nathalie por teléfono sin aparente éxito, he pintado un par de acuarelas y he comido mucho. Nada sano, todo chocolate.

El día en el que nos devuelvan la libertad auguro a un montón de vecinas abuelitas comentándonos en el ascensor, mientras nos barren con sus pupilas de arriba abajo: “Ay, pero qué hermosa te has puesto ¿eh?”.

Está claro que no ha sido un día para nada memorable a excepción de cuando el reloj ha marcado las diez de la noche y todo el barrio se ha puesto a aplaudir en sus balcones. Hasta el vecino de enfrente ha sacado su saxofón y se ha puesto a tocarlo. Mientras aplaudía y se me erizaba la piel, he pensado que esto sí es ser cívico y solidario. Si de algo me siento orgullosa es de todos los que hacen que la Sanidad Pública de este país sea tan buena. Gracias a los héroes de batas. Otro día mis vítores irán para los trabajadores (transportistas, dependientes de super mercados...) que siguen al pie del cañón abasteciendo a todo un país, pero hoy le tocaba a la Sanidad.

Si es que, aunque estemos enclaustrados en nuestros hogares, si remamos hacia la misma dirección en este océano desconocido, saldremos victoriosos y unidos.

Qué patriótico me ha quedado esto último, ¿no?

Ale, buenas noches. Mañana más.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 1: ESTADO DE ALARMA POR CORONAVIRUS

DIARIO DE UNA CONFINADA

DÍA 1: ESTADO DE ALARMA POR CORONAVIRUS

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Hace un año, si le llego a decir a alguien que en el futuro voy a volver a fumar por culpa de la ansiedad que me va a generar la pandemia global del Coronavirus, no me creería ni yo misma mis propias palabras. No por lo de volver a fumar, en este aspecto mi fuerza de voluntad es bastante escasa. Seguro que Edurne me hubiese mirado con el ceño fruncido y me hubiese contestado: “igual lo que tienes que dejar son los porros.” Y eso que no fumo porros, que conste en acta por Dios. No vaya a ser que cuando termine el encierro hogareño y recupere mi libertad, venga la policía y me arreste en un lugar que nada tiene de hogar. “Y además, ¿qué coño es una pandemia?”, hubiese continuado ella. Menos mal que ahora sí tengo respuesta a esa pregunta, hace un mes lo hubiese relacionado con alguna enfermedad leprosa y me hubiese quedado tan ancha.

Ahora sé que una pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países en un corto periodo de tiempo. Malditos chinos y sus murciélagos. Esto no lo veíamos venir ¿eh? Pensábamos que antes se multiplicarían ellos y con sus establecimientos y restaurantes en un par de décadas terminarían gobernándonos, llenarían las calles de escupitajos, cambiarían en nuestro dialecto las “erres” por las “eles”, y las mujeres terminaríamos dando a luz a pequeños seres de ojos rasgados.

Pero no, el Corona se ha adelantado. Un virus que apenas arrampla con humanos en cifras mortales, pero que es extremadamente contagioso. Tan tan tan infeccioso que hoy mismo, día 13 de marzo de 2020, el Gobierno ha anunciado el estado de alarma.

Voy a resumir la situación en un párrafo porque estoy tan saturada de información sobre este tema que si me pongo a explicarlo largo y tendido, morimos antes de depresión apocalíptica que por cualquier otro síntoma vírico.

Desde esta mañana estamos confinados en casa -curiosa elección de palabra, por cierto. Supongo que encerrados sonaba demasiado alarmante- y tan sólo debemos salir en casos estrictamente necesarios: ir a la farmacia, hacer compra en el supermercado, acudir al médico o pasear al perro. Ésta última la he añadido yo porque mi Gordo necesita cagar y aún no ha aprendido a sentarse en el váter.

Pero se prevén medidas más tajantes, como poner multas, arrestar a irresponsables que merodeen por las calles o una medida que gustosamente implantaría si se me concediese semejante poder: lanzar cócteles molotov a aquellos inútiles que no tienen civismo ni sentido común y se van de vacaciones a las zonas de costa, se llevan a los niños a jugar a los parques o simplemente aprovechan el buen tiempo para echar el vermú en alguna terraza.

Ya ves, un día encerrada y mi odio a la humanidad crece exponencialmente. Espérate al día 15 que igual ya soy como Unabomber y he aprendido a mandar de regalo bombas por correo.

Estoy desconcertada, cabreada, ansiosa, desubicada y otros cuantos adjetivos feos. Cuando veo vídeos de la gente entrando al Mercadona a por los últimos rollos de papel higiénico me pregunto si saben leer las noticias, si atienden a razones o simplemente ven a alguien correr y le siguen. Y, ¿por qué el papel higiénico?, ¿POR QUÉ? ¿Acaso yo cago poco y soy la excepción y vosotros echáis cagadas de vaca cada hora? Que alguien me ilumine en este túnel rebosante de oscuridad y mierda, por favor.

Podrás pensar lo que quieras, pero después de lo que está demostrando, en cuanto a términos cívicos y humanos esta sociedad, pienso seriamente que sus votos (los de esa gente que da valor al “pagan justos por pecadores”) valen lo mismo que el mío y me dan ganas de saltar por la minúscula terraza de mi casa.

Pero aún hay esperanza porque siempre nos quedará Internet. Allá donde circula libremente la información, hay MEMES. Y en otra cosa no, pero en ingenio y humor vamos en cabeza con nuestro amigo el Covid19. Así que aprovechad para reíros, que pronto veremos cómo nuestras cuentas bancarias disminuyen drásticamente y más penurias post apocalípticas que nos esperan.

Manda huevos que todo este caos lo haya generado un murciélago. Aunque ya lo decía uno de esos proverbios chinos que me salió en una galletita de la suerte hace unos años: “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Fijo que la palabra originaria era murciélago, pero los traductores la modificaron para que sonara más poético.

Así que nada, luego no nos quejemos que avisados estábamos.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

MI DECÁLOGO FOTOGRÁFICO

MI DECÁLOGO FOTOGRÁFICO

MI DECÁLOGO FOTOGRÁFICO: DIEZ COSAS QUE HE APRENDIDO COMO FOTÓGRAFA

A finales del año pasado, fui a visitar a mi gente de Pamplona y me ofrecieron dar una charla fotográfica en la Asociación Fotográfica y Cinematográfica del Valle de Egües. Se habían dado cuenta de que nunca solían participar muchas mujeres fotógrafas y querían que eso cambiara. Así que fuimos de invitadas M Van Koekje (si aún no la conocéis estáis tardando) y yo. La temática sobre la que debíamos hablar era libre, así que me decanté por hacer un decálogo fotográfico que básicamente es todo lo que he aprendido en este campo desde que me dedico a ello.

Para los que no estuvisteis en la charla, aquí os dejo Mi Decálogo Fotográfico:

1. ALLÁ DONDE VUELVAS A SER NIÑA, ESTÁ EL CAMINO:

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Creo que todos nacemos con una creatividad innata que se puede desarrollar o se puede estancar. Vivimos en una sociedad demasiado enfocada a generar dinero y para ello nos intentan moldear de una misma manera a todos. Si me pagasen un euro por la de veces que mi padre me repitió que estudiara una carrera con salidas y que me presentase a una oposición, a estas alturas ya tendría para pagarme la mitad de una hipoteca. Todo eso nos va llevando a que olvidemos que en el fondo seguimos siendo niños en busca de nuevos juegos que nos entretengan.

Cuando terminé la carrera de Publicidad, estaba perdida. No sabía qué hacer ni a qué dedicarme. Me gustaban muchas cosas pero nada me apasionaba. Trabajé de camarera, de entrenadora de baloncesto, de diseñadora gráfica, monté un cementerio virtual con uno de mis hermanos (sí, un cementerio virtual, has leído bien)… Y un día me regalaron una réflex y todo cambió. Era presionar el disparador y se me escapaba la sonrisa. Todo el proceso de mirar a través de la cámara y conseguir la foto que buscaba, me enamoró. Hay algo mágico y terapéutico en estar frente al mundo pero observándolo todo en silencio a través de un recuadro.

Esa sensación, a día de hoy, sigue conmigo. Así que sólo os deseo que si aún no lo tenéis, ojalá encontréis aquello que os convierte en niñas de nuevo.

2. A NADIE LE IMPORTA ABSOLUTAMENTE NADA DE LO QUE HAGAS

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Así de simple. Quizás ésta es la idea que menos tenga que ver con la fotografía en mi decálogo fotográfico, pero no por ello es menos importante. Vivimos con un miedo atroz al qué dirán y ese temor nos lleva a dejar de intentar hacer un montón de cosas por el camino. Como si para hacer algo por primera vez, debiéramos nacer expertos o con un don innato. Si de algo me he ido concienciando desde que emprendí es que nunca voy a ser experta en nada y que siempre debo estar aprendiendo algo nuevo. Es el único modo que encuentro para seguir sintiéndome viva.

Así que si quieres aprender a hacer acrobacia, apúntate a acrobacia. Ignora a aquel que te dice que no puedes o no debes. Y cuando fracases, porque fracasarás más de cien veces, en vez de sentirte mal piensa que a nadie le importa absolutamente nada de lo que hagas porque todos estamos demasiado centrados en no hacer el ridículo ante los demás.

3. NO BUSQUES FOTONES, ENCUENTRA LA HISTORIA

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Para conseguir esta imagen, disparé creo que alrededor de unas 300 fotos. Estaba de mochilera por Laos y una tarde me fui a un pueblo a pasear con la cámara. Hacía un calor que ni en el infierno lo aguantarían, y había un grupo de niños bañándose en el río. Me fui acercando y empecé a hacerles fotos mientras jugaba con ellos. Pronto, era una más. No estaba buscando un fotón, si no disfrutando de toda la experiencia con ellos y sabiendo que podría revivirla en cada click que disparaba. En un momento dado, uno de ellos comenzó a tirarse de espaldas desde la canoa al agua. Estuve ahí plantada un buen rato, manteniendo ese encuadre y nerviosa perdida por no perderme el momento. Algunas fotos salieron movidas, otras desenfocadas… Disparé hasta que pensé: “de aquí quizás no he conseguido ninguna foto espectacular, pero la historia que hay detrás de cada click ya me merece la pena”.

La fotografía me ha enseñado a ser paciente, porque una buena foto no lo es por apretar el botón en el momento adecuado, si no por todos los intentos fallidos que cuentan tu historia y te encauzan hacía esa imagen que revela todo.

4. ERES LO QUE FOTOGRAFÍAS

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A lo largo de estos años he conocido a un montón de fotógrafos y he tenido la suerte de verles disparar. Éste aprendizaje fue imprescindible para mi evolución y tenía que incluirlo en mi decálogo fotográfico. Nunca me ha dejado de sorprender ver cómo se refleja su manera de ser en las fotos que hacen y en cómo las hacen. Por mucho que nos guste hacer retratos, por ejemplo, si disparamos a un mismo sujeto en el mismo lugar y al mismo tiempo, sus fotos no van a tener nada que ver con las mías. Si podéis, haced alguna vez el experimento. No hay dos personas que disparen de la misma manera, a no ser que se estén copiando claro.

Esta es la magia de la fotografía, que no hay una buena manera de hacer fotos, si no la tuya propia. Tu esencia. Está claro que es necesario aprender sobre el encuadre, la composición, luces, colores… Pero al final, cuando ya has asentado las bases, lo que va a marcar la diferencia entre tus fotos y las de otra persona, es tu esencia.

5. NO HACE FALTA TENER UNA CÁMARA DE FOTOS PARA HACER FOTOS

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La de veces que habré escuchado a la gente quejarse de que no hacen buenas fotos porque no tienen una buena cámara o o las típicas frases de: “es que claro, con esa cámara cualquiera hace fotones”. No voy a negar que tener un buen equipo ayuda, sobre todo en la calidad de las imágenes. Pero a día de hoy, hay fotos increíbles hechas con móviles o con cámaras vetustas. Lo que importa es que encuentres tu estilo y sepas plasmarlo a través de clicks.

Yo siempre estoy haciendo fotos, incluso cuando no llevo la cámara, las hago con mis ojos. Pestañeo fuerte cuando hay algo que me gusta y me lo guardo dentro. Aprende a mirar de camino a casa o al trabajo, te sorprenderás de la belleza que se esconde tras las rutinas.

6. NO SÉ LO QUE QUIERO PERO SÍ LO QUE NO QUIERO

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Cuando empecé a hacer fotos no sabía qué me gustaba y qué no. Así que hice de todo. Empecé con bodas, fotos de estudio, comuniones, fotografía de producto, nocturna, boudoir, newborn… Hasta que poco a poco fui descartando lo que no me gustaba o no me hacía sentir cómoda a la hora de fotografiar.

Muchas veces me habéis preguntado cómo he encontrado mi estilo, y a pesar de que creo que mi estilo va evolucionando conforme yo lo hago, la respuesta es sencilla: disparando constantemente. A través de la fotografía he aprendido mucho sobre quién soy, qué me apasiona y por qué. Todas disparamos hacia afuera mientras miramos hacia adentro. Así que si quieres descubrirte, dispara a todo.

7. VIVE EL DOBLE

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En ocasiones me da por ponerme a pensar en el futuro y en si estoy haciendo las cosas lo suficientemente bien como para que, cuando sea viejita, mire atrás y me sienta medianamente orgullosa. Siempre llego a la misma conclusión: “A ver Remy, no vas de camino a ser Teresa de Calcuta ni por asomo, pero tampoco eres Hitler, así que conténtate al pensar que un montón de personas van a vivir varias veces a través de tus fotografías”.

Así que, haced fotos de todo, porque lo que ahora parece irrelevante en unos años tendrá muchísimo valor.

8. LA ANSIADA SOLEDAD DEL FOTÓGRAFO

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Creo que el fotógrafo se inspira en la soledad. Al menos yo lo hago. Es como si al poner una cámara entre el mundo y mi mirada, me separo de él y puedo observarlo sin interrupciones. Cuando hacía fotos de boda, me encantaba poder observar a la gente y que nadie me dijera: “¿qué haces fotografiándome?”. Es como si en medio del bullicio, estuviese sola con mi cámara y mi mundo interior.

Es mi manera de meditar, de hablar conmigo y entender qué me ocurre.

9. BUSCA, COPIA, CREA, ADMIRA

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Si estás empezando a hacer fotos, busca referentes que te gusten y cópialos. Copia mucho hasta que te sientas segura de que tú sola puedes comenzar a crear e inspírate en aquellas fotógrafas que más te gustan.

Yo al principio copiaba TODO. Tenía una carpeta en Pinterest para cada sesión de fotos que hacía y después de llenarla de imágenes, me hacía guiones y en las sesiones iba paso a paso haciendo las fotos que me marcaba Pinterest.

Así fui descubriendo qué disfrutaba capturando y ganando confianza conmigo misma para lanzarme a crear mis propias imágenes.

Ahora ya no copio, pero sí me inspiro en grandes referentes a los cuales también admiro.

Nadie nace aprendido y copiar, siempre y cuando se haga sin ninguna otra pretensión que la de aprender, es una buena manera para conseguirlo.

10. LA CAPACIDAD DE AUTOCRÍTICA COMO MÉTODO DE SUPERVIVENCIA

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Es más que necesario criticarse a uno mismo si pretendes mejorar. No hablo de castigarse, si no de ser realista y observar qué puntos deben evolucionar en tu trabajo. Los mejores fotógrafos que conozco son los más humildes porque no se regalan los oídos con lo que han conseguido si no que siempre están afilando el lápiz.

Si un día llegas y dices: “esta es la mejor obra que voy a hacer en mi vida”, firmarás tu propia sentencia. Habrás muerto artísticamente. No dejes que eso ocurra.

Celebra tus éxitos, ama lo que has creado, pero si alguien te pregunta cuál de tus fotos es tu preferida, responde como Imogen Cunningham: “Una que voy a hacer mañana”.

Hasta aquí mi decálogo fotográfico. Y vosotras, ¿tenéis unos principios que habéis aprendido gracias a vuestro oficio?

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!

¿ERES UNA PERSONA DE NATURALEZA MULTIPOTENCIAL?

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