DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 1: ESTADO DE ALARMA POR CORONAVIRUS
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DÍA 1: ESTADO DE ALARMA POR CORONAVIRUS
Hace un año, si le llego a decir a alguien que en el futuro voy a volver a fumar por culpa de la ansiedad que me va a generar la pandemia global del Coronavirus, no me creería ni yo misma mis propias palabras. No por lo de volver a fumar, en este aspecto mi fuerza de voluntad es bastante escasa. Seguro que Edurne me hubiese mirado con el ceño fruncido y me hubiese contestado: “igual lo que tienes que dejar son los porros.” Y eso que no fumo porros, que conste en acta por Dios. No vaya a ser que cuando termine el encierro hogareño y recupere mi libertad, venga la policía y me arreste en un lugar que nada tiene de hogar. “Y además, ¿qué coño es una pandemia?”, hubiese continuado ella. Menos mal que ahora sí tengo respuesta a esa pregunta, hace un mes lo hubiese relacionado con alguna enfermedad leprosa y me hubiese quedado tan ancha.
Ahora sé que una pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países en un corto periodo de tiempo. Malditos chinos y sus murciélagos. Esto no lo veíamos venir ¿eh? Pensábamos que antes se multiplicarían ellos y con sus establecimientos y restaurantes en un par de décadas terminarían gobernándonos, llenarían las calles de escupitajos, cambiarían en nuestro dialecto las “erres” por las “eles”, y las mujeres terminaríamos dando a luz a pequeños seres de ojos rasgados.
Pero no, el Corona se ha adelantado. Un virus que apenas arrampla con humanos en cifras mortales, pero que es extremadamente contagioso. Tan tan tan infeccioso que hoy mismo, día 13 de marzo de 2020, el Gobierno ha anunciado el estado de alarma.
Voy a resumir la situación en un párrafo porque estoy tan saturada de información sobre este tema que si me pongo a explicarlo largo y tendido, morimos antes de depresión apocalíptica que por cualquier otro síntoma vírico.
Desde esta mañana estamos confinados en casa -curiosa elección de palabra, por cierto. Supongo que encerrados sonaba demasiado alarmante- y tan sólo debemos salir en casos estrictamente necesarios: ir a la farmacia, hacer compra en el supermercado, acudir al médico o pasear al perro. Ésta última la he añadido yo porque mi Gordo necesita cagar y aún no ha aprendido a sentarse en el váter.
Pero se prevén medidas más tajantes, como poner multas, arrestar a irresponsables que merodeen por las calles o una medida que gustosamente implantaría si se me concediese semejante poder: lanzar cócteles molotov a aquellos inútiles que no tienen civismo ni sentido común y se van de vacaciones a las zonas de costa, se llevan a los niños a jugar a los parques o simplemente aprovechan el buen tiempo para echar el vermú en alguna terraza.
Ya ves, un día encerrada y mi odio a la humanidad crece exponencialmente. Espérate al día 15 que igual ya soy como Unabomber y he aprendido a mandar de regalo bombas por correo.
Estoy desconcertada, cabreada, ansiosa, desubicada y otros cuantos adjetivos feos. Cuando veo vídeos de la gente entrando al Mercadona a por los últimos rollos de papel higiénico me pregunto si saben leer las noticias, si atienden a razones o simplemente ven a alguien correr y le siguen. Y, ¿por qué el papel higiénico?, ¿POR QUÉ? ¿Acaso yo cago poco y soy la excepción y vosotros echáis cagadas de vaca cada hora? Que alguien me ilumine en este túnel rebosante de oscuridad y mierda, por favor.
Podrás pensar lo que quieras, pero después de lo que está demostrando, en cuanto a términos cívicos y humanos esta sociedad, pienso seriamente que sus votos (los de esa gente que da valor al “pagan justos por pecadores”) valen lo mismo que el mío y me dan ganas de saltar por la minúscula terraza de mi casa.
Pero aún hay esperanza porque siempre nos quedará Internet. Allá donde circula libremente la información, hay MEMES. Y en otra cosa no, pero en ingenio y humor vamos en cabeza con nuestro amigo el Covid19. Así que aprovechad para reíros, que pronto veremos cómo nuestras cuentas bancarias disminuyen drásticamente y más penurias post apocalípticas que nos esperan.
Manda huevos que todo este caos lo haya generado un murciélago. Aunque ya lo decía uno de esos proverbios chinos que me salió en una galletita de la suerte hace unos años: “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Fijo que la palabra originaria era murciélago, pero los traductores la modificaron para que sonara más poético.
Así que nada, luego no nos quejemos que avisados estábamos.