DELTA DEL SALOUM

200 islas e infinitos bosques de manglares

El Delta del Saloum es enorme y su agua, salada. Así que la decepción de mi padre se palpa al saber que no podrá ver cocodrilos acechando a la pirogue. El sitio comprende una red de canales con más de 200 islas e islotes, bosques de manglares, zonas costeras atlánticas y un bosque seco. Una porción del mismo fue designada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Lo que más se ve son pájaros. De todas las clases y estilos. Pero yo, al igual que mi padre, esperaba que el trayecto fuera más peligroso. No es que no fuera bonito, era encantador. Pero oye que estoy en África y quiero ver animales salvajes. Que para ver pájaros ya me voy al parque de mi casa y me como unas pipas.

Pero atravesar el Delta mereció muchísimo la pena porque paramos en dos poblados ajenos a los problemas mundanos de las grandes ciudades. Cada uno instalado en una isla de alrededor de 200 habitantes.

En el primero visitamos la escuela y conforme avanzábamos por el interior del pueblo íbamos ganando más y más seguidores. El ambiente era muy acogedor ya que venían los más peques del lugar y te agarraban sin avisar del dedo meñique y te miraban con los ojos del gatito de Shrek. Así que me dejaba querer y ellos se sentían orgullosos de pasear agarrados de la mano de un Toubab. Como si yo fuera el premio de consolación tras una vida llena de privaciones.

Los niños más rebeldes, se escapan de sus clases -valientes fugitivos-, y nos acompañan de vuelta hasta la pirogue. Se despiden emocionados y felices de que un ser blanco haya irrumpido esa mañana en sus tierras. Así, mientras aprecio sus cuerpos cada vez más diminutos y lejanos soy consciente de que seguramente sea la última vez en la vida que los vuelva a ver.

Adiós pequeños, adiós.




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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!