DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 6: TODOS LOS DÍAS SON DOMINGO POR LA TARDE

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 6: TODOS LOS DÍAS SON DOMINGO POR LA TARDE

Siempre odié la peli de “El día de la marmota”. Me agobiaba el hecho de pensar que en mi vida pudiese ocurrir algo así. Todos los días lo mismo, sin escapatoria. Por eso, cuando empezamos con la cuarentena me dije a mí misma en una de tantas conversaciones que tengo conmigo: Remy, tú haz como que esto no está pasando y mantén tu rutina exceptuando las salidas. Y así lo estoy haciendo aunque hoy, he de reconocer, que a la tarde se me ha empezado a caer el mundo encima.

He sentido que era domingo y que, aunque no había bebido, tenía resaca y del gotelé de las paredes se escapaban demasiados silencios. He salido a aplaudir al balcón y me he quedado un rato observando a mis vecinos. Hasta ahora no sabía que a la izquierda tenía a una familia que acababa de estrenar bebé y que a la derecha viven unas chicas risueñas que han decorado su terraza con luces de led. Frente a mí, a parte del vecino seductor, tengo a tres hermanitos jóvenes. El más pequeño rondará los tres años y es tan salao y achuchable que en cuanto termine esto voy a ir a tocarles el timbre y les chantajearé para abrazarles con chocolate y golosinas (creo que si fuese hombre, ésto último acarrearía graves consecuencias). Bajo ellos aplauden estoicamente cada tarde, una pareja de septuagenarios que me enternecen cada vez que les veo salir al balcón. Y al fondo del bloque de enfrente a la izquierda, hay un hombre “apuesto” que vive solo y cumple con su cometido como buen ciudadano. Lo de apuesto va entre comillas porque en realidad está tan lejos que vete a saber si incluso pertenece al sexo opuesto. Pero oye, que tengo que pintar con imaginación y humor las paredes de mi casa para que no se me caiga el techo encima. Así que igual mañana saco el puntero láser y le apunto al pecho y le dibujo corazones mientras le guiño un ojo en pose sexy. El tinder de los balcones lo podemos llamar. Ríete pero seguro que cuando salgamos de esta, aparece en la tele más de un testimonio de cómo, una dulce pareja para nada trastornada, encontró el amor entre balcones y aplausos. Empezarían sonriéndose tímidamente, luego cantando emocionados “Sobreviviré” de Mónica Naranjo -¿en serio que no existía otra canción para elegir?-, y terminarían lanzándose aviones de papel con sus números de teléfono para concluir el enamoramiento haciendo sexting. “El amor en tiempos de corona” se titulará el programa. Y el logo será una corona con el simbolito del virus. Todo muy original y creativo.

Por lo demás, hoy he empezado a hacer deporte seriamente y como doy por hecho que esto se va a alargar casi hasta verano, me he propuesto conseguir que me salgan cuadraditos. Va en serio, voy a estar tan buena que cuando me vea en el reflejo de alguna tienda voy a entrar a buscarme. Ahora mismo Gordo está sintiendo mucha vergüenza ajena mientras se tira un pedo nivel “si hueles te desmayas” mientras me mira fijamente a los ojos.

Venga, un día menos. Ya casi huelo la libertad. Ah no, es el aroma de Gordo.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!