DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 7: DE HUMOR NADIE SE MUERE

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 7: DE HUMOR NADIE SE MUERE

Hace un tiempo di una charla de fotografía y una mujer del público (concretamente fue mi amiga Miren que quiso ayudarme a romper el incómodo silencio cuando dije el típico: “bueno si tenéis cualquier pregunta estaré encanta de resolverla”) me preguntó cuál era mi proceso: “¿primero eliges la foto y luego escribes el texto o al revés?”.

A veces las fotos me despiertan sensaciones y las transcribo tal cual las siento. Pero suele ocurrirme más a menudo que, justo antes de dormirme, en la ducha o después de haberme bebido un par de cañas y estar motivada con la vida, me pongo a escribir lo que el pequeño gremlin que llevo dentro me cuenta. La verdad que he tenido suerte con mi gremlin, porque de vez en cuando se le ocurren unas cosas súper divertidas y creativas. Cuando eso ocurre, le hablo y le piropeo para que no pierda la motivación y siga currando así de bien. Así funciona mi maldita cabeza. Por eso, cuando alguien me dice que le ha encantado mi texto, ambos sabemos que el mérito es suyo y yo tan sólo soy el medio que le da forma.

Todo esto ha venido porque hoy estaba editando unas fotos que hice un domingo de paella y paseo por la costa (qué delicioso suena ese plan ahora ¿eh?) y de repente me he encontrado la foto que he puesto arriba. No recordaba haberla hecho y refleja tan bien lo que estoy sintiendo desde que vivo encerrada en este piso con terraza de un metro cuadrado, que me he reído un rato observándola. La vida es como un puto chiste que, según quién lo narre, te hace gracia o te parece una broma de mal gusto.

Hoy me ha hecho gracia. Otro día, quién sabe. Desde que esto comenzó, cuando me suena el despertador, cruzo los dedos y deseo en voz bajita: “por favor, que hoy sea un buen día”. Dicho esto, debo reconocer que, a lo largo de la jornada, he llorado en numerosas ocasiones. ¿Y lo peor de todo sabéis qué es? Que no tenía ni puta idea de por qué lo hacía. Bueno, ahora que lo pienso, me va a bajar la regla en breves y cuando eso ocurre, soy muy de subirme al dragon khan y no ponerme el cinturón de seguridad. Emocionalmente hablando, claro.

Gordo me miraba flipando y yo creo que pensaba: “Madre mía, primero me deja sin mis paseos largos por el río, luego me raciona la comida porque dice que si no voy a hacer honor a mi nombre, y ahora ya se le ha ido la olla por completo. Yo creo que si salto por la ventana, aún sobrevivo”.

Pero después de hacer deporte y ver la foto, se me ha escapado la risa y he vuelto a ponerle humor a todo. Qué necesario reírse, sobre todo en momentos de mierda. La de vidas que se han salvado a base de carcajadas y humor negro.

Así que hoy os doy las gracias, a todos los que invertís tiempo e ingenio en hacer memes, grabar vídeos hilarantes sobre el amigo Covi y demás chistes que llegan justo en el momento oportuno. Porque está claro que no sois como los héroes de batas blancas que están salvando al mundo ahora mismo, pero evitáis que nos ahoguemos en un pozo de profunda tristeza.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!