DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 4: MI PERRO CASI ME VIOLA. ¡HAYUDA!

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 4: MI PERRO CASI ME VIOLA. ¡HAYUDA!

Después de mi crisis “tinderiana” en el balcón de mi piso, debía de haber sido consciente de que esto iba a ir a peor. La mascarilla me la voy a terminar poniendo en los ojos para no vislumbrar lo que va a ocurrirme los diez días restantes de aislamiento que quedan. Si es que son diez claro, porque a este ritmo creo que se va a alargar un mes. Pero eh, que gracias a todas las facilidades y a la solidaridad de pequeñas y grandes empresas, tengo entretenimiento para un año mínimo aquí encerrada.

Hoy la verdad que ha sido un gran día, ¿sabéis por qué? Porque he puesto el móvil en modo avión durante unas cuantas horas. Así he podido trabajar y estar tranquila. Porque están genial los MEMES, los audios informándonos de cómo está la situación, la advertencia de no tomar ibuprofeno que resulta que es mentira... A todo esto, ¿quién tiene tanto tiempo libre (y la moral) como para andar inventándose bulos? Os digo una cosa, si colapsamos la sanidad y hay que elegir, que salven antes a los débiles que tienen menos probabilidades de sobrevivir, que a la panda de retasados mentales que se dedican a inventar historias para alarmar sin ningún sentido a la población.

Tal y como va avanzando el asunto me temo que, en un par de días, en vez de ser solidarios van a empezar a surgir negocios oportunistas beneficiándose de este caos. Las mascarillas comenzarán a valer el triple de dinero, los geles para limpiarse las manos también, y el papel higiénico... ¡Ay! ¡Cuánto va a ascender el precio de poder limpiarnos el culo!

En fin, voy a intentar no pensar mucho en el futuro ya que eso, escasas veces me ha traído buenos resultados. Recordad que, mientras vuestros animales domésticos no intenten violaros, todo va bien.

Yo ando un tanto preocupada por este tema.

A última hora del día, me he cambiado mis vaqueros de pasear al perro por unos leggins para hacer yoga, y me he puesto el móvil a grabarme para ver si hacía bien las posturas. Mi recomendación es que, a no ser que seáis expertas yoguis con cuerpos diez como las youtubers que salen hablando con voz serena mientras hacen el pino con los codos o se colocan las piernas en el cuello, no os grabéis. Os aseguro que vais a decepcionaros. En mi caso aún más que en el resto porque ay, madre, si Dios existe, conmigo estaba practicando chistes.

Pero debe ser que, aun con mis peores galas, seduje a Gordo. Claro, le puse el culito en pompa mientras intentaba imitar a la yogui sexy, y él no pudo contenerse. Si aún no lo habéis visto, lo tenéis en mis stories de Instagram o en mi carpeta de stories destacados llamada “Remiadas”.

Por lo demás, todo bien: 400 whatsapps en un grupo, mi madre haciéndome chantaje emocional con el día del padre para que vuelva a casa, un yonki gritando, entre los aplausos de las 20h: “¡¿NOS HEMOS CURADO YA?!”, y una cerveza a última hora entre amigos vía skype.

La vida es maravillosa, siempre y cuando tengas internet y un perro metiéndote fichas.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!