DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 45. LA PRIMAVERA ES MI FAVORITA

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 45. LA PRIMAVERA ES MI FAVORITA

Gordo está muy nervioso últimamente. Creo que está llegando a creerse que es humano. Esto último es mi culpa. El otro día me sorprendí preguntándole qué nos hacíamos para comer. Como si fuese mi pareja y fuésemos a cocinar juntos mientras nos bebemos una copa de tinto. Sí, el roce hace el cariño. Hasta con los animales.

Cuando lo adopté, él no se imaginaba que iba a llegar un día en el que estuviésemos confinados y yo lo utilizase a todas horas como muso. Me acuerdo exactamente del momento en el que entré a elegir una mascota en la protectora. Había visto muchos perros en la web, pero Gordo no estaba entre ellos. Fui asomándome por las rejas y algunos gruñían, varios lloraban y otros esperaban tristes a que alguien se asomara y les prometiese libertad.

Entre ladridos y jadeos, llegué a una puerta. Gordo se asomó y empezó a lamerme la mano entre las rejas. Os juro que pensé que me estaba sonriendo. No era el más bonito, ni el más tierno, pero tenía toda la pinta de que si me iba con él, nunca jamás me iba a aburrir.

Le pedí a la chica que regentaba el lugar, si podía sacarlo para que nos saludásemos apropiadamente. Abrió la verja y él salió moviendo la cola frenéticamente. Se acercó a mí, me lamió los mofletes, y ya me conquistó.

Gordo tenía dos años y había crecido en ese jaula durante año y medio. Lo intenté imaginar de cachorro y no pude entender cómo nadie lo había rescatado de aquel lugar antes. “Es que te estaba esperando a ti”, me dijo Vanessa, la chiquilla bonita que se encargaba de mantener vivos a todos los perrillos. Yo sonreí, aunque nunca me lo creí del todo. Porque si he de ser sincera, este perro se iría, sin echar la vista atrás, con cualquiera que le prometiese un buen solomillo. Si no a santo de qué se iba a llamar Gordo.

Firmé los papeles de adopción, nos hicimos nuestra primera foto juntos y salimos de ahí, mirándonos de reojo para cerciorarnos de que ambos éramos reales. Lo monté en el coche y mientras lo observaba por el retrovisor, iba pensando: “Remy, ¿qué coño haces con un perro? Si te va a tener que cuidar él a ti de lo desastre que eres. Y además, ni siquiera sabes si es bueno o si te va a morder nada más entrar en casa....” Mientras toda esta negatividad iba atropellándome el cerebro, yo le sonreía para que no se diese cuenta de nada.

Llegamos a casa nerviosos pero con ganas de conocernos. Fuimos a dar nuestro primer paseo y Gordo no se separaba de mí. Aquel día, me lo lleve al monte para que descubriese a qué olía la primavera. Creo que los animales que han sido abandonados, dan un cariño especial a sus nuevos humanos. Además yo ya supe que nuestro amor era infinito cuando le lancé una pelota y me la trajo a los pies para que volviese a tirársela. Siempre había soñado con tener un perro que hiciese eso, como en las pelis americanas. Y creo que él lo supo y fue la manera que tuvo de agradecerme que le sacara de aquella cueva.

Si de algo estoy orgullosa, es de haberlo mantenido con vida durante tanto tiempo.

En un par de semanas, van a ser cuatro primaveras las que hemos vivido juntos. Y espero estrenar aniversario en el monte con él y no aquí entre cuatro paredes, como la primera vez que nos cruzamos.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!