DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 36. NO ME CABEN MÁS PREGUNTAS

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 36. NO ME CABEN MÁS PREGUNTAS

Hay una actividad que se me está haciendo complicada de llevar a cabo en esta cuarentena. Bueno, en realidad, nunca he sido capaz de hacerla. Pero ahora, aún menos.

Meditar parece de lo más sencillo, ¿verdad? Se basa en estar en silencio y respirar. Os juro que cuando lo he intentado, o bien me he desesperado y se me ha ido la cabeza a mil lugares más entretenidos en un segundo, o entro en un sopor profundo y termino durmiéndome. No hay otra.

La meditación es para mí, como ese colega que tienes en tu círculo de amigos que te cae bien pero que no terminas de calarle. Ambos os sonreís, bromeáis pero mantenéis las distancias prudentemente porque os incomoda quedaros solos y no tener nada de qué hablar.

Siempre he envidiado sanamente a esas personas que parece que, en vez de caminar, van flotando en una nube y sonríen en cualquier situación como si volviesen de echar un polvo y estuviesen muy relajados. Me dan ganas de sacudirles violentamente para ver si así me chivan el secreto para conseguir ese estado de quietud y sosiego.

A mí, en cambio, me invade el ansia, la impaciencia y el nerviosismo. Voy por la vida pensando que el resto de personas saben algo que yo no logro descifrar. Y a veces, resulta muy frustrante. Por ejemplo, la gente que cree fervientemente en algún Dios o quien se va a la India, se convierte al Budismo y ya es feliz. Hablo de personas que se entregan a una causa en cuerpo y alma, que tienen una fe tan inmensa que nunca dudan.

O como los que se casan y dicen orgullosos: “no tengo ninguna duda, sé que es el hombre/mujer de mi vida”. Estos últimos son los que más rabia me provocan. ¡¿CÓMO PUEDES SABER TAL COSA?! Igual mañana te enteras de que es un psicópata y cambias totalmente de opinión.

Ni siquiera yo sé quién soy, ¿cómo voy a saber quién es el hombre de mi vida? ¿Cómo puedo afirmar algo de lo que siempre voy a dudar? Y sobre todo, ¿por qué dudar está visto como una expresión de debilidad en vez de como una de realismo?

Por favor, no me malinterpretes. No estoy en contra del matrimonio, ni de la religión, ni del amor...

Simplemente no me gusta que alguien venga y me afirme con pasión: “este es el único camino para lograr la paz”, “ésta es la única persona que te va a hacer feliz y te va a acompañar en el viaje”, “ésta es la religión que debes predicar porque es la única que contiene la verdad”.

Todo son afirmaciones para concretar algo que no se puede limitar. ¿No te suena un tanto incoherente? Esta obsesión humana de mantener el control sobre todo aquello que se escapa de nuestra lógica, nos va a terminar volviendo locos.

¿Ves qué mal me sienta meditar? En vez de encontrar respuestas, me doy de bruces con más preguntas.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!