DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 25: DRAGON KHAN, ALLÁ VOY

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 25. DRAGÓN KHAN, ALLÁ VOY

Hoy tengo el día de que no. Lo sé porque el universo me ha mandado dos señales bien claras. La primera: estoy ovulando y cuando eso ocurre, subo al dragon khan emocional y me tiro desde el pico más alto. La segunda: se me ha roto el botón del pantalón y voy por la casa paseándome como si tuviese la barriga de Homer Simpson y me hubiera bebido todas las cervezas que quedan en el súper de la esquina. Pero tengo excusa: estos pantalones son de mi amiga Miren que le flipa la moda y tiene un armario tan grande como mi casa. Sé que no he engordado ni un gramo porque estoy haciendo deporte para terminar la cuarentena pareciéndome a alguna modelo resultona sin tetas pero con buen culo.

Miren tiene la solidaridad de regalarme, unas dos veces al año, un montón de modelitos que no ha usado nunca o que se ha aburrido de ponérselos. Siempre que la visito en Pamplona me voy feliz de su casa con un par de bolsones cargados de conjuntos para lucir en todas las estaciones. A su lado, la primavera del Corte Inglés está sobrevalorada.

El único fallo es que ella tiene cintura de avispa y la mía es más de vikinga, así que a veces conforme estoy comprobando cómo me quedan los vaqueros, contengo la respiración y le digo con un hilillo de voz: “me quedan perfectos”. Porque a mí todo lo que me regalen me viene bien aunque, en este caso, no me venga.

Pero tú y yo sabemos que la naturaleza es sabia y que se abre camino por doquier. Así que mis caderas han dicho: Remy no te engañes más, que aquí dentro vamos a explotar y... ¡Boom! El botón ha salido volando.

Culpo a la sociedad por hacerme ser una víctima del sistema diciéndome que si me esforzaba podía ser lo que yo quisiera. Mentira, mentira, mentira. He querido ser delfín muchas veces para comprobar si son realmente asesinos y no he podido, he querido ser una surfer molona de esas que les crece el pelo con mechas rubias naturales y que ni si quiera se les moja mientras pillan olas y tampoco he podido, he querido ser famosa y convertirme en la mejor amiga de Broncano y no ha surtido efecto.. Sigo siendo un ser humano mediocre sin aletas. Además llevo tantos años intentando surfear que ya veo hasta un logro importante, haber pasado del nivel lavadora evitando así que las olas me centrifuguen. Y a Broncano le mandé una pulsera con las insignias BFF pero nunca la lleva puesta.

Un desastre todo. Y para colmo, no sé coser el botón al pantalón. Así que, en vez de darme a la bebida, me he instalado un videojuego muy molón de un esqueleto que se llama Grim Fandango. Si lo conoces, avísame que nadie en mi mundo real ha escuchado hablar de él y me haría mucha ilusión compartir gustos patéticos con alguien más.

Eso ha mejorado mi tarde bastante, y para sumar, un amigo me ha mandado la noticia de una turista en Islandia que colaboró en la búsqueda por su propia desaparición en la isla y me muero de la risa. La mujer tardó un día en darse cuenta de que la supuesta desaparecida era ella misma.

Me la imagino a la vuelta del viaje tomando cerves con sus colegas y comentándoles: “el viaje a Islandia me sirvió para encontrarme a mí misma.” ¡Booom! Magia.

Broncano, devuélveme la pulsera, ahora le pertenece a mi nueva mejor amiga: la turista filósofa-fumada.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!