DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 16: AGUANTA UN POQUITO MÁS GORDO

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 16: AGUANTA UN POQUITO MÁS GORDO

Cuando comencé a hacer fotos no fue porque me fijase en la composición de las cosas ni en la perspectiva, ni tuve un padre fotógrafo que me regalase una cámara a los siete años y me educase el ojo. Fue algo intuitivo. Una conexión. El sonido del chasquido de una cámara marcando el antes y el después en tiempo.

Como cuando de repente ves a alguien, le miras, te sonríe y sabes que una parte de tu hogar ya es suyo. Así de simple.

Cuando por fin tuve una cámara escuché en algún lugar que lo más importante en la fotografía eran las luces y las sombras. Yo no entendía nada, a lo sumo comprendía que por el día podía hacer fotos a cualquier hora y que por la noche también, pero que iban a salir fatal. “Las doce de la mañana es la peor hora para hacer retratos”, me dijeron. Y mientras asentía a algún maestro de la fotografía pensaba: “pues a esa hora mi cámara saca las fotos súper bien, no entiendo nada de lo que dice esta gente”. Claro, así hacía las fotos que hacía, que ahora las veo y me pongo roja de la vergüenza que me dan.

Me costó bastante más de diez mil fotos asumir los conceptos básicos que hacen que una imagen sea buena. Tuve que obsesionarme con cada parámetro durante un tiempo y experimentar muchísimo. A día de hoy, lo sigo haciendo.

Además lo bonito del arte es que es como una gran familia, cuyos miembros van siempre agarrados de la mano. Por eso, últimamente me estoy obsesionando con el color. Desde que empezó la cuarentena me está encantando hacer acuarela porque estoy aprendiendo mucho sobre los colores, cómo mezclarnos y cómo conseguir a través de ellos, emocionar.

Llevaba tiempo queriendo fotografiar el baño de mi casa. Cuando entré por primera vez, los azulejos me recordaron a “Cuéntame cómo pasó” y por un momento me fui a vivir (o a cagar en realidad) a los años 60.

Lo que sí que nunca se me había ocurrido era meter a mi Gordo en la bañera para congelar un día menos de la cuarentena. Él tampoco se lo esperaba. Su cara lo refleja muy bien. Todos sabemos que cuando esto termine y Gordo sea libre de nuevo, va a correr tanto y tan lejos de mí que seguro que por el camino se encuentra a Forrest Gump y comparten su caja de bombones y son felices para siempre.

PD: Por fin he visto la cara de mi vecino el que me gustaba porque como han cambiado la hora, a las ocho era aún de día. Me confundí. Era una chica.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!