DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 17: Y HOY, ¿A QUÉ JUGAMOS?

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 17: Y HOY, ¿A QUÉ JUGAMOS?

Al sacar a pasear a Gordo hoy, me he juntado con una amiga. Tranquila mamá, hemos mantenido la distancia de seguridad y por si acaso el virus se contagia por los ojos, ni nos hemos mirado directamente a la cara. Como si estuviésemos en un confesionario mirando al frente.

Entre sus pecados, me ha confesado que por la mañana se ha ido a vivir a Canarias y ha estado muy feliz surfeando cada vez que tenía un rato. Mentalmente hablando, claro.

Qué necesario es saber escapar, de nuestra “casa prisión”, a través de la imaginación. Y qué poca importancia le damos a semejante vía de escape y supervivencia. La de veces que he escuchado: “es que vives en los mundos de Yupi”, “baja un rato de las nubes anda”, pero... “¿cómo has sobrevivido durante tanto tiempo en el mundo real?”.

Todo eso me ha llevado, en multitud de ocasiones, a preguntarme por qué hay personas que se dedican a cuestionar cómo viven, trabajan, comen, o se divierten los demás. Como si sólo hubiese un camino (el de ellos) y el resto fuesen aguas movedizas. Supongo que, inconscientemente, todos buscamos el control sobre las cosas que ocurren y cuando vemos a alguien que es feliz, de una manera desconocida que se escapa de nuestros límites, nos da miedo y por tanto, intentamos rebajarla a través de comentarios ofensivos.

He estado en discusiones donde a una mujer se la ha tachado de histérica y loca por simplemente defender su visión de las cosas, en comidas en las que si acudía un vegano se le menospreciaba diciéndole que si quería comer tenía que salir a la terraza y recoger algo de hierba, en fiestas dónde a alguien que no bebía alcohol se le tachaba de aguafiestas. Somos seres increíblemente cansinos a la hora de criticar a los demás pero cuando nos toca mirarnos dentro, aseguramos con el pecho henchido de orgullo: “si yo estoy muy bien así y no necesito cambiar en nada”.

No soy de dar muchos consejos, a no ser que me los pidan, pero...Ay madre, si estás en una primera cita y la otra persona, a la luz de las velas, te suelta un comentario así: HUYE.

Al mundo le faltan seres que se atrevan a descubrir y desatar los nudos emocionales que llevan dentro y le sobran cobardes que atacan por detrás y se excusan con comentarios tipo: “es una broma, no te enfades”.

Vaya, parece que estoy más irascible que normalmente, supongo que los lunes de cielos grises me gustan poco. Y las incoherencias de las personas, aún menos. Es como quien tiene un pájaro encerrado en una jaula y lo llama Libertad.

En fin, no venía con la intención de criticar a nadie, más bien quería homenajear a quien se dedica a desarrollar la creatividad, la imaginación y el arte como ámbitos muy necesarios en el mundo. Porque a mi padre le debo el sentido común, pero gracias a que mi madre me leía cuentos, me ponía a dibujar, a hacer muñecos con arcilla, a pintar figuras, a escuchar música y bailar... Tengo ahora a mi niña interior tan activa que cada día al despertar me dice: Y hoy, ¿a qué jugamos?

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!