DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 14: LAS VENTAJAS DE LA SOLEDAD

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 14: LAS VENTAJAS DE LA SOLEDAD

Llevo dos semanas encerrada. Todas las noches firmo los días que van pasando con una navaja sobre el gotelé de mi cuarto, como si estuviese en prisión. Si algún día la casera no me quiere devolver la fianza por ese desastre le diré: “SEÑORA, QUE SON PAREDES DE GOTELÉ. DEBERÍA USTED PAGARME POR HABERLA DECORADO”.

El caso es que se me han pasado rápido. Ahora sé que muchos me estáis odiando y con razón. Pero parto con ventaja. Para empezar, no tengo hijos y estoy sola en el piso. Mis compis huyeron con sus padres por motivos variados. Yo me lo planteé pero dije: Remy, ¿y si vas y les contagias? O peor aún: ¿y si vas, no les contagias pero tienes que aguantar ahí durante un mes sin poder escapar? Quizás no te lo crees, pero yo a mis padres les quiero muchísimo. Una de las razones por las que vivo en Murcia es por ellos. Pero les quiero... Lejos. A una distancia prudente. La última vez que viví con ellos durante varios meses fue el año pasado. Para ellos aquella experiencia fue como si volviese a tener quince años. Me cuidaban y me mimaban tanto que por momentos me hacían olvidarme de que tenía casi la edad de Jesucristo cuando murió. Hasta me intentaron chantajear diciéndome que si me quedaba a vivir en Murcia y no me iba a viajar lejos nunca más, me construían una cuadra en el jardín y me compraban un caballo.

Una noche cuando iba a salir, mi madre se acercó con un billete de veinte euros y me dijo: “Toma hija, tu paga. Pero no bebas muchas cervezas y a ver si ves a algún mozo que merezca la pena”. Mi cerebro hizo click. Quizás hasta me causó un pequeño ictus. Llevaba sin tener paga desde los 16 años. Reconozco que el dinero te cambia la vida, pero a veces no de la manera que esperamos. Rechacé los veinte euros y me bajé la app de idealista para ponerme a buscar piso rápidamente.

Otra de las ventajas por las que esta cuarentena está corriendo veloz es porque tengo perro y claro, eso me permite salir a que me dé la brisa al menos dos veces al día. Aunque en ciertas ocasiones me gustaría irme de paseo sin él porque se tira unos pedos tan putrefactos que hasta pesan. Para colmo, cuando lo hace se me queda mirando fijamente como si estuviese comprobando si soy capaz de aguantarlos sin desmayarme.

La tercera es que casi toda mi vida profesional he trabajado en casa, por lo que estoy más que acostumbrada a meterme en una cueva y teclear durante horas. Por no hablar del bendito invento de los cursos online. Al ritmo que voy, me voy a sacar un doctorado en plena cuarentena. Además, aunque esté feo decirlo, estoy muy concentrada porque nadie me da envidia. Dónde están ahora los reyes y las reinas del postureo, ¿eh?

Y la última es que estoy rodeada de personas bonitas por doquier y todos los días aparece alguien que me saca una sonrisa, una carcajada o un abrazo (aunque sea virtual) a través de videollamadas, whatsapps o comentarios como los que me dejáis en redes sociales que me motivan para seguir escribiendo este diario.

Te animo a que, a modo de terapia, empieces a rajar algún mueble o pared descontando los días que quedan. Sentirse presidiaria tiene su aquel, ¿no crees?

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!