DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 50. FELIZ WARM UP

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 50. FELIZ WARM UP

La suerte es un pajarillo libre que, a veces, juega a tocarte y otras, se va a rozar a otras personas. Por eso, cuando escucho a alguien decir: “es que claro, él tuvo suerte y yo no”, creo que es totalmente cierto. Pero también creo, que para que te toque a ti tienes que dejarte ver y eso conlleva esfuerzo, constancia y sacrificio.

Madre mía, parezco mi padre hablando. Me bajo de la vida YA. Bueno, aún no que hoy estoy tremendamente feliz porque hace día de verano y he podido estrenar un vestido de lunares que me pone cara de guapa. Además, si el coronavirus no hubiese hecho acto de presencia, estaría ahora mismo en el festival de música Warm Up, quedándome afónica mientras aparento con mis gritos, que me sé la letra de algún grupo que no conozco de nada. Porque en eso consisten los festivales, ¿no? Bueno y en beber cerveza hasta el amanecer.

Hace justo un año me hice amiga de un montón de murcianos bonicos que me gustan aún más que las patatas con limón. La historia fue muy graciosa. Yo llevaba en esta provincia sureña poquitos meses y estaba un tanto desorientada. Así que me apunté al rocódromo porque era un deporte que podía hacer sola ya que apenas contaba con amigos por la zona. Además, cada uno ya tenía su vida, y a mí me tocaba buscarme la mía.

Descubrí que la gente murciana es tremendamente simpática. En cuestión de una semana ya sentía que mi segunda casa era el roco y me pasaba todo el día esperando para ir allí y llenarme de magnesio y buenas vibras. Mi amiga Viki, que en aquel momento apenas conocía, me invitó a ir al monte a escalar con sus amigos. No sabéis la ilusión que me hizo. Me comporté como una persona madura y le contesté sin darle mucha importancia: “sí claro, me parece un buen plan”. Pero mi niña interior estaba loquísima de alegría dando vueltas sobre sí misma y gritando “¡Yihaaaa!”.

Poco después, cuando ya me iba conociendo las jergas murcianicas como pico esquina, ancá mis padres y otras que aún no logro insertar bien en las conversaciones como “luegaluego”, me enteré de que en el Warm Up de ese año, iba a tocar La MODA. Loca de alegría me puse a preguntar entre mis conocidos y amigos, a ver si alguien iba al festival. No encontré a nadie. Pero de repente, estaba mirando una vía que no me salía en el roco, cuando escuché a unos chicos, con los que apenas había coincidido un par de veces, hablar sobre a qué hora iban a quedar para ir al festival. Así que me dije: “Remy, hazte su amiga ahora mismo”. Me acerqué a ellos y les dije con descaro: “Oye, he escuchado que vais ir al Warm.” Ellos asintieron afirmativamente. A lo que les contesté poniéndoles los ojitos del gatito de Shrek: “Pues es que yo estoy deseando ir porque toca LA MODA, pero como no soy de aquí no tengo amigos y quería saber si puedo ir con vosotros”. BOOM. Silencio incómodo.

Se miraron cómplices como diciendo: “¿Quién coño es esta norteña pirada?” Pero supongo que la vergüenza y la pena jugaron a mi favor y me aceptaron como animal de compañía.

Aquel fin de semana, pasaron de ser unos simples conocidos a que los considerase como parte de la familia que uno elige. Porque joder, los festivales de música son para cantar canciones que no te sabes y para aprender que tus amigos son esos que cuando ven tu vaso vacío te lo rellenan de cerveza.

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!