DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 42. EL MANITAS DE LA CASA

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 42. EL MANITAS DE LA CASA

Mi padre es un hombre de esos a los que les quitas sus quehaceres habituales y se pone a enredar con lo que pilla. Si hay algo que arreglar en casa, ya está ensuciándose las manos. ¿Para qué llamar a un fontanero o a un albañil para reformas? Él tiene el Leroy Merlin – de donde debería ser accionista sólo por el tiempo que invierte recorriendo sus pasillos y comprando todo tipo de tornillos y maderas – y sus manos. No hace falta nada más.

Mi madre teme cada vez que se pone a “mejorar” algo. Porque a ver, a su favor he de reconocer que siempre arregla todo y es un manitas profesional. Pero en defensa de mi madre diré que estéticamente no es el hombre más cuidadoso del mundo. El año pasado se puso a arreglar unas escaleras de la entrada de la casa porque se estaban rompiendo. Lo resolvió eficazmente: echó unos cuantos litros de cemento y finiquitado. Volvió tan campante adentro y le dijo orgulloso a mi madre: “ya está, arreglado”. Cuando mi madre, que es artista y aprecia la belleza de las obras por encima de todo, vio las montañitas de cemento destrozando la elegancia de los escalones, quiso matarle lentamente. Estoy segura de que buscó en google diferentes maneras de llevar a cabo el asesinato. Supongo que en eso consisten los matrimonios muchas veces: en idear múltiples maneras de matar a tu cónyuge pero sentir que aún te queda algo de amor hacia él como para no llevarlo a cabo.

El caso es que a mi padre, que no puede parar quieto ni un segundo, tiene demasiado tiempo libre en esta cuarentena. Así que cada dos días me llama por teléfono para informarme de que está arrancando mi furgoneta para que no se le gaste la batería. En lo que llevamos de confinamiento yo creo que ya le ha cambiado el aceite tres veces, me ha limpiado los filtros de no sé qué y en uno de esos días debió encender las luces de la furgo y se olvidó de apagarlas. Pero lo mejor fueron sus palabras textuales de cómo había ocurrido todo: “Oye, debe ser que ayer cuando puse a Nathalie en el volante de tu furgo para que jugara un rato, le dio a las luces sin querer y claro, por su culpa se le ha gastado la batería”.

Empiezo a temer que la próxima llamada que me haga sea para decirme: “Oye, Nathalie se ha puesto a conducir hoy tu furgoneta y como es un tanto torpe, la ha encendido, ha quitado el freno de mano y la ha estrellado contra la valla. Y claro, ahora tenemos que gastarnos un dineral en arreglar el umbral por su despiste”. Como dato importante he de recalcar que mi hermana Nathalie tiene cinco años.

Ayer mismo me dijo que iba a llevar la furgo a echarle gasolina porque claro, de tanto encenderla pues se estaba gastando. Yo ya le he intentado comentar en varias ocasiones con un tono de voz calmado aunque por dentro quiero arrancarle la cabeza, que la Blackie está sin seguro porque tenía que renovarlo en plena cuarentena y lo vi tontería ya que no voy a poder usarla hasta vete tú a saber cuando. Él no atiende a razones y dice que, por un paseo a la gasolinera no pasa nada. Claro papá, la única vez que has cogido mi furgo fue para ir al Leroy Merlin a por unas maderas y al devolverme las llaves me dijiste: “He pasado por una calle un tanto estrecha y los pivotes que había se han movido de su sitio y le han hecho un leve roce a tu furgo.” Lo de leve roce fueron dos bollos en dos lugares distintos. Vete tú a saber dónde metió a mi pobre Blackie.

Pero es que aquí no acaba el asunto. Os retranscribo uno de nuestros últimos diálogos:

Padre: Oye, ¿por qué tienes una colonia de spray en la furgo?

Yo: ¿Una colonia de spray? Yo no tengo nada de eso papá.

Padre: Sí, Pulgui. Además huele bien y cuando monto a Nathalie de copiloto le suelo echar en la cabeza.

Yo: Padre, no sé de qué estás hablando. ¿Cómo es el bote?

Padre: Pues es como muy ancho y azul.

Yo: Vale, ya caigo. ¡ES UN AMBIENTADOR PAPÁ! Deja de echarle eso a Nathalie por Dios, a ver si se le va a caer el pelo a cachos o algo.

Padre: Ah vale, ¿es que cómo querías que lo supiera si huele tan bien?

Tengo miedo de que antes de que levanten el estado de alarma abran el Leroy Merlin y a mi padre le dé por recamperizar a la Blackie. Llegar allí y encontrarme que ha convertido mi mini casa en su sala de juegos particular.

Yo debo de querer mucho a este progenitor porque si no, ¿cómo te explicas que no me haya saltado el confinamiento para ir a asesinarle?

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!