DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 28: CAOS EN LOS BALCONES
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DÍA 28: CAOS EN LOS BALCONES
Por fin tengo una mascarilla. Durante estos 28 días de cautiverio he estado paseándome por los supermercados cual suicida. La gente giraba la cabeza cuando pasaba cerca y yo pensaba que era porque tengo buen culo. Nada más lejos de la realidad. Mi ego se ha venido abajo cuando al salir de casa con mascarilla, nadie me ha mirado. Ni siquiera sutilmente.
Ha habido situaciones en las que he llegado a sentirme fuera de lugar. Casi desnuda. Por ejemplo, cuando estábamos en el súper veinte personas haciendo cola para pagar, todos llevaban mascarilla, casco, escudo y rodilleras, excepto yo. Esa tarde les grité enfurecida, mientras les señalaba las rodilleras: “Señores que aquí hemos venido a hacer la compra, no a pedir un aumento al jefe.” Pero todos continuaron inmutables en su procesión hasta la cajera.
Eso sí, para gritar por las ventanas a los demás, parecer ser que hay mucha gente que sí tiene voz, ¿eh? He visto hasta un vídeo de una mujer vociferando barbaridades a un hombre que estaba sentado en un banco. ¿Y qué quieres que te diga? Me parece lamentable. Vecinos denunciando a vecinos, un hombre gritándole a una madre que ha salido a pasear con su hija autista que se vayan a casa... Vergonzoso.
Todo esto me recuerda al libro de “En busca del sentido” de Viktor Frankl. - Si no lo has leído, deja mi diario aparte y ponte a ello, te aseguro que vas a aprender bastante más que por aquí -. En él, Viktor cuenta las vivencias que sufrió en un campo de concentración en la época nazi. Algo que me llamó mucho la atención fue que dentro de los campos, los propios judíos eran los que denunciaban y torturaban a sus compatriotas para así obtener favores de los nazis. Evidentemente, no puedo juzgar absolutamente nada de lo que pasó en aquella época, porque vete tú a saber lo que yo hubiera hecho. Pero sí que me parece curioso que, ese mismo comportamiento, se esté llevando a cabo desde algunos balcones.
No me entiendas mal, me parece aún más lamentable la gente egoísta y payasa que no atiende a razones y hace lo que le da la gana sin civismo ni moral. Pero aún así, no creo que sea nuestro trabajo andar insultando desde el reino de nuestras ventanas. Para eso están los cuerpos de fuerza y seguridad del estado.
Aunque también hay otros a los que les molesta mucho que los militares se paseen por su barrio. En Pamplona, existen habitantes a los que no les apetece mucho que el ejército ayude a evitar que esta pandemia siga matando a familiares y amigos. Así que cuando pasan por sus calles les hacen, si están lo suficientemente aburridos, caceroladas para que se vayan. Algunos defenderán que es por principios, yo creo que es justamente por ausencia de los mismos.
Ya lo dijo Otto von Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a si misma y todavía no lo ha conseguido". Una bonita manera de describir nuestra ineptitud humana.
En fin, a estas alturas ya sólo te pido un favor: no grites por el balcón, a no ser que seas rico y quieras compartir con todos tu número de cuenta.