DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 20: EL SEMÁFORO ESTÁ EN AMBAR

DIARIO DE UNA CONFINADA

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DÍA 20: EL SEMÁFORO ESTÁ EN AMBAR

¡Hola!

En otras circunstancias nos saludaríamos con un par de besos, yo sonreiría y mientras, te examinaría disimuladamente. En unos diez segundos ya me habría hecho un esquema mental de cómo eres. Un minuto más tarde ya tendríamos un montón de prejuicios sentando los cimientos de nuestra relación. Porque así de tontos somos los humanos, preferimos hacer un escáner de la personalidad de quien tenemos en frente que pararnos a conocerle en profundidad. El vivir atropellados es lo que tiene, que nunca nos paramos en los semáforos adecuados.

Pero esta vez, todo ha cambiado. Ya no hay tráfico y las luces están en ámbar. Tú estás entre tus cuatro paredes de un hospital y yo estoy entre las cuatro de mi casa. Ambos tenemos miedo: yo porque deseoo que toda persona a quien quiero se mantenga a salvo y no sufra; y tú, porque no estás a salvo y temes que aquellos a quienes amas, tampoco lo estén. Fíjate, la capa de apariencia con la que nos vestimos para salir a la calle y distinguirnos de los demás, se ha caído y ahora, cuando más desnudos estamos, nos damos cuenta de que nos preocupa y también nos mueve hacia delante la única cosa que, en toda esta situación tan surrealista, tiene sentido: el amor.

Con esta carta no vengo a decirte que te vas a curar, porque sinceramente, no lo sé. No soy médica, ni enfermera, ni estoy trabajando para encontrar la vacuna que permita que este maldito bicho deje de matar. Tampoco tengo la autoridad de un policía o de un militar para ayudar a poner orden en todo este caos. No soy camionera. Ni repongo papel higiénico en un supermercado. No pertenezco al sector de actividades esenciales que se está partiendo la espalda y el corazón para mantenernos vivos al resto.

Pero sí que te traigo un mensaje muy importante que debes escuchar y repetirte tantas veces como necesites a lo largo de estas arduas jornadas. Vengo a decirte que eres querido. Que hay un puñado de personas ahí fuera mandándote toda su energía, ya sea escribiéndote cartas, rezando, haciendo mascarillas, dibujando para ti, creando nuevos respiradores, componiendo una canción o frotando una lamparilla mágica para pedir tres deseos:

  • Recupérate.

  • Recupérate.

  • Recupérate.

Queremos que vuelvas a abrazar, a mirar a los ojos, a dejar de vivir rápido para amar lenta y concienzudamente, a salir a pasear y a admirar la brisa que cosquillea tu cuerpo. A sentir cómo el sol besa todos tus lunares. A saborear un buen vino mientras escuchas cómo tu persona favorita juega a arreglar el mundo mientras se le sonrojan las mejillas. A bailar. A reír. A bañarte en el mar o a subir un monte que llevas demasiado tiempo mirando desde abajo. A decir te quiero tantas veces como necesites para entender que cuanto más amamos más se ensancha el corazón.

Todos merecemos tener una segunda fábrica de recuerdos para cuando la primera se estropea. Aquí acabo de construir la tuya, así que empieza a trabajar para llenarla de memorias.

Te espero al otro lado, entre estas cuatro paredes, con un abrazo impaciente por rodearte y una sonrisa de las que no esconden prejuicios.

PD: Esta carta la he escrito para la iniciativa de las cartas de acompañamiento para personas ingresadas en el hospital por COVID19. Yo la he mandado a animocovidnavarra@gmail.com. ¡Escribe la tuya y alégrales el día!

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Remys Door

Mi nombre oficial es María de los Remedios Puerta, así que tuve reinventarlo para que la gente que sólo conoce mis fotografías no pensase que era una abuelita de un pueblo de La Mancha. Así que ahora, soy Remys Door, encantada de saber que, de alguna manera, ya hemos cruzado un saludo. Nací en el norte de España, vi poco al sol, pasé frío y soñé mucho.

Estudié la carrera de Publicidad y RR.PP. me licencié y, como la crisis estaba en su máximo apogeo, decidí emprender y crear con uno de mis hermanos un cementerio virtual. Gran idea, ¿verdad? Para los muertos digo. Para nosotros, no tanta. Mientras escribía en un blog sobre lápidas, cementerios y cipreses, la fotografía llegó en un saco de los Reyes Magos gritando mi nombre. En aquella época, mi hermano mayor jugaba a cabalgar sobre sus billetes verdes -no el que estaba diseñando tumbas, ése era bastante pobre- y aquellas Navidades se vino arriba y me regaló una réflex. Recuerdo que aquel frío día de enero me eché a la calle nada más amanecer y comencé a hacerle fotos hasta a las hormigas que se amontonaban en frente de mi calle. Evidentemente, todas salieron desenfocadas, quemadas o demasiado oscuras. Pero... ¡Qué sensación aquella!

Aquel regalo marcó un antes y un después. Mi cámara se convirtió en una extensión de mi cuerpo. Incluso cuando no la llevo, sigo disparando. Así fue como a día de hoy, en vez de decirle a la gente que diseño tumbas virtuales, contesto que soy fotógrafa. Y más vale.

En este arduo camino que supone emprender he aprendido mucho y cuanta más experiencia acumulo, más necesidad tengo de compartir lo que sé. A través de mi cámara he descubierto quién soy. Creo que la fotografía tiene un poder terapéutico increíble: todas disparamos hacia fuera, mientras miramos hacia adentro.

Actualmente, además de sesiones de fotos, imparto cursos online relacionados con la fotografía, realizo mentorías creativas online, y escribo posts para distintas marcas. Todos mis servicios quieren cumplir el cometido de ayudarte en la comunicación de tu marca y a que en definitiva, te conozcas más a ti misma. Si te has quedado con ganas de saber más pregúntame lo que quieras. Te informaré encantada de lo que necesites. Y ya que estás aquí, ¡te deseo una feliz vida!