DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 40. QUIERO UN CIELO LLENO DE ESTRELLAS FUGACES
DIARIO DE UNA CONFINADA
DÍA 40. QUIERO UN CIELO LLENO DE ESTRELLAS FUGACES
Un amigo me ha dicho que esta noche ha soñado que yo me tiraba en paracaídas en algún lugar de Islandia. Joder, ya me gustaría a mí. A ver, lo del paracaídas no sé. Aún si fuera en tándem y tuviese que confiarle mi vida a un profesional, creo que dudaría. Sin embargo, hasta hace unos años en una situación así, le hubiera confiado mi vida a alguien ajeno sin mucho miramiento.
Así de primeras he sido un tanto ingenua a lo largo de mi existencia. Si alguien dice que sabe mucho de algo, me lo creo. De cría me leía todas las revistas de “Más Allá” y terminaba pensando que en unos meses los extraterrestres nos iban a invadir o que en el 2000 llegaba el apocalipsis.
Supongo que así la vida resulta más sencilla porque, si el plan sale mal, siempre tienes a alguien a quien culpar. Pero con el tiempo he descubierto que quien se proclama experto en algo, más papeletas de ignorante lleva guardadas en el bolsillo.
Cuando recién comenzaba a trabajar de fotógrafa de bodas, la hermana de mi amiga Laurita se casaba y me dijo que quería que yo le hiciese las fotos. A mí me hizo mucha ilusión la idea y acepté. La boda era muy coqueta en el jardín de la casa de sus padres. Vamos, una boda preciosa con música en directo y unos novios muy molones. Yo me sentía un tanto insegura porque aún no tenía la experiencia suficiente. Aunque, pensándolo bien, a día de hoy aún me siguen comiendo los nervios cuando voy a hacer sesiones. El caso es que mientras preparaba mi humilde equipo para comenzar a fotografiar, apareció un familiar del novio y sacó de una mochila una réflex mucho más profesional que la mía y unos objetivos gigantes. Al ser fotógrafa novata creía que cuanto más grande era un objetivo, mejor era. Pero de nuevo la vida me aleccionó: el tamaño no importa. En fotografía, claro. (Qué chistaco me acabo de marcar ¿eh?)
Al verle al hombre con semejante equipo y yo con tan poco, me acerqué a Irene, la novia, y le dije agobiada: “Oye, pero ¿por qué me has contratado a mí si él tiene un equipo mucho mejor que el mío?” Ella, que estaba preciosa por cierto, colocó sus manos en mis hombros y mirándome con ternura me dijo: “Remy, yo no te he contratado por tu equipo, si no por tu mirada.”
¡BOOOOOM! ¡ESTRELLAS FUGACES ALL OVER THE SKY!
Aquellas palabras siempre resuenan en mi cabeza cuando vuelvo a sentirme insegura, y no te imaginas cuánto me han ayudado a continuar en este duro camino que supone estar continuamente emprendiendo.
Ahora ya no creo en lo que las personas dicen, si no en lo que hacen y sobre todo, en cómo lo llevan a cabo. Todo esto viene a cuento de que tengo un amigo que se llama Jaime y siempre le digo que, cuando llegue su cumple en agosto, le voy a regalar un bastón porque es lo único que le falta para ser un auténtico abuelo gruñón. Él se ríe y refunfuña por lo bajo.
Llevábamos unos días sin hablar y no era consciente de que leía este diario porque, como buen anciano de alma, no tiene redes sociales. Pero de repente, esta mañana me ha llegado un mensaje suyo:
“En navidad mi madre compró a mis sobrinos una caja de bombones camuflada en una postal navideña tamaño A4.
En ella, los bombones estaban escondidos detrás de cuadraditos recortables, marcados con los días del mes de Diciembre hasta nochebuena. Supongo que para controlar la ingesta de chocolate de los pequeños, y orientarles en su transcendental duda de carácter temporal: “¿cuánto queda para que venga papá noel?”
Sucede que mi madre les compró la postal en día 12, por lo que tuvieron que entrar en juego los conocimienos matemáticos de mi padre y explicar a los niños que, en esa situación, podían comer 2 bombones al día, y de ese modo, cuando los devoraran todos, ese sería el día en que papá noel llegaría, muy probablemente cargado de regalos para todos.
Pues bien, eso me está pasando con tu diario. Guardo días y ahorro lecturas porque son mis bombones de cuarentena. Lo malo es que no se a razón de cuántos puedo leer hoy, porque no se cuándo llegará papá noel con cajitas de libertad.”
Después de leerlo y de limpiarme la lluvia de los párpados, no sabía qué contestarle. Fíjate, me paso el día bailando con las palabras y llega él y me las roba todas.
Sólo sé que en él sí creo, y que si me tuviese que tirar en paracaídas, confiaría plenamente en que él me lo abriese antes de tocar tierra.