Remys Door

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DIARIO DE UNA CONFINADA. DÍA 3: TENGO CANAS

DIARIO DE UNA CONFINADA

DÍA 3: TENGO CANAS

En serio, las acabo de descubrir y ahora sí que tengo miedo. Puto paso del tiempo. Científicos, dejad de buscar vacuna para el Corona y centraros en resolver cómo ralentizar los años.

Estaba frente al espejo analizando si hoy debía lavarme el pelo o aguantaba un día más (total, no es que vaya a salir a la calle a ver a alguien), cuando de repente, bajo una capa opaca de pelazo moreno, las he visto. Tres canas. Tres putas canas.

Respira hondo Remy, la gente te sigue echando 26 años.

Respira hondo, esas patas de gallo las has tenido siempre por reírte tanto y nunca te ha importado.

Respira, Gordo es más viejo que tú y mira lo jovial que parece. Dicen que los perros se parecen a sus dueños, así que todo va a ir bien.

Ya está. Crisis superada. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! El Covid19 y el enclaustramiento.

Bendito Internet que me ha regalado unas cuantas risas por skype con una reunión a la hora del café con amigos fotógrafos en la que hemos acabado echando pulsos virtuales. Mi biceps ha ganado, por si las dudas.

¿Has pensado que estamos viviendo un Gran Hermano? En un par de días haremos facetime con alguien que queremos y lloraremos por no poder abrazarle y nos excusaremos diciendo que claro, vivir entre cuatro paredes sin relacionarnos con el mundo exterior nos provoca emociones intensas.

No es broma ¿eh? Que yo hoy casi me pongo a llorar cuando a las ocho se ha puesto todo el barrio a aplaudir en los balcones. Se respiraba amor y esperanza. Hasta que, de repente, el vecino de en frente me ha mirado desde su balcón con la bandera de España decorándolo y me ha gritado: ¡TE HE VISTO EN TINDER Y NO ME HAS DADO MATCH! Claro, he hecho un moonwalk mientras aplaudía arrítmicamente, me he metido en casa y he bajado la persiana. Mañana tendré que salir con mascarilla a ver si así se le quitan las ganas de seducirme.

Por lo demás, Gordo está muy intensito. Cuando lo he sacado a la calle ha ido a saltar una valla y se la ha comido. Medio cuerpo la ha rebasado, el otro medio no. Yo me he echado las manos a la cabeza pero él se ha recompuesto tan fácilmente que creo que este perro tiene una enfermedad rara que le evita sentir el dolor. Luego, mientras iba paseando tranquilamente pensando en lo afortunada que era por al menos poder salir a pasear cinco minutos y escuchar a los pajarillos danzando, ha venido corriendo y me ha hecho un placaje. Mi perro pesa 30 kilos y es más bruto que la mayoría de vascos que conozco, así que imaginaros el encontronazo. Quizás algún vecino desde su ventana ha grabado la escena en la que yo le gritaba a mi mascota como si fuese un humano desquiciante.

En este ranking de seres ansiosos, mi madre se lleva el premio. Me llama dos veces al día, más múltiples whatsapps. Creo que en vez de en cuarentena se cree que estamos en guerra y busca salvarme por todos los medios. Es día tres y ya usa a mi hermana Nathalie como método propagandístico. Marca mi númsero, le pasa el teléfono a ella y cuando lo cojo Nathalie me dice: “¡Hola Pulgui!”, con ese tono de voz que me mata de amor y a continuación se escucha a mi madre susurrándole: “dile que venga a casa” y claro, Nathalie lo repite como un loro disciplinado. Si aún me he resistido a ir corriendo a casa de mis padres a moderle los mofletes a Nathalie, el Coronavirus no es ninguna amenaza real.

¡Ánimo bonicas y bonicos!